Cuando el vino entró en mi vida, me descubrió un mundo que cambió por completo el mío. Hoy quiero compartir con todos las sensaciones que provoca en mí. La primera toma de contacto con el vino es la fase visual; es capaz de conmoverme y cambiar mi estado de ánimo por completo. Mis expectativas comienzan a ensancharse sobre qué encontraré en la copa. Adivina, adivinanza… La capa, el color y la textura, me permiten vaticinar un puñado de precipitadas conclusiones. Al acercármelo a la nariz, el vino en su tranquilidad, me concede escrutar su complejidad y me provoca de manera descarada para que lo despierte a través de la agitación. En este punto, él también me despierta a mí con un torrente de aromas y efluvios que se van desprendiendo en pequeñas dosis. Algunas veces es tan evocador y adictivo, que no reparo en llevarlo a la boca. Poco a poco voy tomando conciencia del ejercicio en el que estoy inmersa y lo llevo a los labios. La sensación táctil, la temperatura y su densidad, hace que se me erice la piel al paso. Al fin llegamos a un entendimiento entre ambas partes. Entonces es cuando pienso que Dios creó la Tierra, la luz, y las estrellas… pero eso fue, después de tomar una copa de vino.
El día después
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Nuria, enhorabuena por el paso que has dado. Ahora, escribiendo sobre el vino y tus emociones, el círculo está completo.
«…es capaz de conmoverme y cambiar mi estado de ánimo…»
De eso se trata. 🙂
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Me gustas como sumiller y como amiga, soy fan tuya Y LO SABES!
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